Estimada Eleazar, te escribo desde el puesto de siembra de Jerusalén,
estamos saliendo, al fin, de Anoa, situado en el interior de nuestro universo. Hemos estado
estacionados alrededor de un asteroide
que gira alrededor de su planeta oscuro y sus tres soles vecinos. Cuando
llegamos creímos que la travesía ya había llegado a su fin y que las profecías
estaban a punto de cumplirse pero desgraciadamente, el planeta se encuentra en una etapa avanzada de
civilización y la incursión progresiva
de los nuestros ha sido imposible. Quizá aquello de la tierra prometida
solo sea un delirio ancestral. Son muchas las veces que tengo que pedir perdón
cuando blasfemo de esta manera, pero me pregunto si no hemos perpetuado la
guerra de religiones que acabaron con gaya.
Al igual que en el antiguo oriente estamos dominados, como
decía Johann (compañero en el ecosistema de cubierta), por el perverso romano que
destruyó la ciudad de nuestros padres. El es dueño de todos los medios de
producción, y el mismo, los entrega a sus consumidores; y al margen de lo que
quieran hacernos creer, tengo la sospecha de que no querrá abandonar el mando. Ya olvidamos la época en que la práctica de la
profesión no obligaba a reverenciar a los sumos sacerdotes, ahora, durante la
fiesta de pascua, antes de sacrificar el
carnero y los siete corderos en el holocausto, también debemos sacrificar
públicamente un macho cabrío como sacrificio expiatorio por las innumerables
transgresiones, exactamente fijadas por el tirano, que conlleva no recuperar la
pureza legal.
A veces se ven
verdaderas hecatombes que no disminuyen en nada el segundo diezmo, tantos
animales son sacrificados entre ambos eventos, que nos vemos forzados a
desviarnos de la ruta para abastecernos de las pobres criaturas que
secuestramos, puesto que la reproducción asistida no da abasto con semejante
masacre y es necesario sustituir las bestias rituales. Ahora nuestras expediciones comienzan hacia febrero
o marzo, siempre en época de lluvias, y
el ecosistema interno recupera algo de vida, pero la estepa de los montes de Judea (de una
extensión de venticincomil leguas
cuadradas) aunque es apta para los rebaños de ovejas y cabras, para nuestros
huéspedes resulta letal. Y en el fondo les comprendo. A mí también me mata la
estepa sin ti y sin Johann. La última vez que salimos, la MOAB, el nombre en
clave de la inteligencia de nuestra nave, detectó en Anoa rebaños nómadas de
una clase de cuadrúpedo semejante a los perros de nuestra tierra. Cuando
salimos a la superficie del planetoide Johann recitaba con sarcasmo la antigua prohibición de introducir carne de
caballo, mulo, asno, pantera, zorro o liebre. Nos reímos de lo irrelevante y
hasta ridículo de la prohibición. Parecía que todas las fieras eran propicias
para el sacrificio y nuestro trabajo con ellas no era mejor que el veneno que
acabó con la vida marina. Nosotros no éramos mejores que los sátrapas asesinos
de nuestro sistema solar ofreciendo cuidados al ganado que sacrificaríamos.
Johann cumplió con su obligación y se dio la media vuelta
poco antes de despegar con los cien
ejemplares. No se despidió, marchó entre la vegetación como salió de la matriz,
desnudo y llorando. No sé si fue a morir o a nacer de nuevo, solo se incurrió
en la incidencia de que sobraba una ración más.
Se que hace años que se levantaron edificios suntuosos en
vuestra base, y que cada cuatro años se
organizaban festivales con grandes espectáculos
de un lujo apenas conocido aquí; y porque el romano se vio obligado a vivir en un constante
temor de sus propios súbditos cuando, dejando de lado vuestros logros, quiso
imponer la ley marcial. Lo sé porque en
el pasaje paralelo de Belowjudíacum, nuestro comedor principal; su copero, el trinchante y su camarero, todos
ellos eunucos, y a su juicio inofensivos, explicaban las maravillas de tu nave
y deliberaban a gritos si acaso la
multitud de ilotas que habitamos aquí
seríamos capaces de revelarnos como en París
o por el contrario, deberían desmembrar a muchos más.
Espero que pronto coincidamos en las mismas coordenadas y
que para cuando leas esto aún esté en tus recuerdos.
Saludos desde Jerusalén.
Gamal214897